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Probablemente más de una vez te ha pasado: estrenas unos zapatos nuevos y, tras pasar el día entero con ellos, llegas a casa con un dolor sordo en el pie. Al retirar el calzado, verás una especie de burbuja con líquido por dentro, es decir, una ampolla muy pequeña, pero que puede causar una molestia considerable en la piel. Pero, ¿son los únicos tipos de ampollas?, ¿por qué salen?, ¿es un síntoma de alguna enfermedad en la piel? A continuación, resolveremos todas tus dudas.
Las ampollas son burbujas de líquido formadas en la capa externa de la piel. Ese líquido se forma como respuesta del cuerpo a una fricción, roce o presión, como cuando unos zapatos nuevos no calzan bien, tienen alguna parte dura o frotan excesivamente el pie. Otro ejemplo es al barrer mucho tiempo con una escoba nueva, o con un palo rústico.
Afortunadamente, aunque las ampollas sean muy dolorosas al momento, solo afectan a la capa externa de la piel, por lo que se curan muy rápidamente y lo más frecuente es que desaparezcan sin dejar cicatrices.
Las manos y los pies son zonas donde aparecen frecuentemente las ampollas, pero no son las únicas. Además del roce y fricción, hay otras causas por las que salen estas lesiones.
La epidermólisis bullosa (EB) es una afección congénita por la que se forman ampollas en la piel después de una lesión menor en la forma leve de la enfermedad, ya que las formas graves pueden afectar otros órganos.
Existen tres tipos de epidermólisis bullosa:
En general, la epidermólisis bullosa surge desde el nacimiento o un poco después. Sin embargo, en algunos casos puede ser adquirida después del nacimiento como consecuencia de una enfermedad autoinmune.
En general, la aparición de las ampollas no implica ningún padecimiento o enfermedad, ya que se les asocia a lesiones pequeñas, como el roce de los zapatos o el contacto con un producto químico al que se es alérgico. Sin embargo, ante los siguientes signos es indispensable acudir de inmediato al médico, o a una consulta de dermatología:
Las ampollas simples no requieren ningún tratamiento. Basta con cubrirlas con un vendaje o apósito para protegerlas y que no se rompan por la fricción, ya que esto aumenta el riesgo de que se infecten. Pueden drenarse con el uso de una aguja limpia y esterilizada con alcohol o yodo y aplicar un poco de ungüento después; eso sí, es indispensable proteger la ampolla con un apósito después de drenarla para evitar una infección.
Las ampollas causadas por enfermedades dermatológicas o autoinmunes comienzan en las capas más profundas de la piel, por lo que su evolución y tratamiento son diferentes, pueden dejar marcas y requieren el uso de un producto especial para secarlas. Es muy importante no rascarse porque además del riesgo de infección, podrían quedar cicatrices grandes y muy visibles.
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